jueves, 26 de diciembre de 2013

Huye.

Luego de dos minutos, volvió a abrir los ojos, y pudo ver que estaba acostada en una cama que no era la de huéspedes, ni tampoco era la habitación de huéspedes, sino que estaba en una habitación completamente blanca. Pegó un salto, y se dio cuenta de que estaba conectada a un respirador artificial. Al instante, alguien le sujetó los brazos. Era Evan.
-Tranquila.-Dijo él, dejado los brazos libres de Ramona. Ella se quitó el respirador artificial rápidamente, para luego poder hablar.
-¿En dónde estoy?-Preguntó extrañada.
-En un hospital.
-¿Por qué?
-Te desmayaste, o algo así.
Entonces Ramona no preguntó más y no dudó en abrazar fuertemente a Evan. Éste correspondió al abrazo. Y Ramona comenzó a llorar.
-Lo único que quiero, es salir de esto.
-Lo sé. Sólo va en ti.-Alejándose un poco y mirándola a los ojos.
-¿En dónde están los chicos?
-Afuera.-Poniéndose de pie-¿Quieres verlos?-Ramona asintió.
Evan salió de aquel lugar y llamó a los chicos. Ellos entraron de inmediato a saludar a Ramona, mientras lo hacían, el doctor llegó.
-Ah, ya veo que despertó la paciente.-Dijo sonriente.
-¿Ya me puedo ir?-Preguntó Ramona sonriendo, igual que todos en la sala.
-Claro que no.-Dijo el doctor serio, mientras miraba el expediente médico de Ramona.
-¿Por qué no?-Preguntó Ross.
-Porque aún no llegamos a algo concreto de que le pase a Ramona.-Dejando el expediente en una mesa cercana.
-Mierda.-Maldijo Ramona.
-No te preocupes, en cuanto antes sepamos qué te sucedió, te podrás ir.-Aseguró el doctor.
-De acuerdo.-Dijo Ramona insatisfecha con la respuesta.
Cuando el doctor se fue dejando la puerta cerrada, Ramona se apresuró en hablar antes de que alguien cruzara esa puerta.
-Tienen que traerme ropa, ahora.-Dijo Ramona a los chicos desesperada.
-No, ahora no te puedes ir...-Dijo Robert, hasta que Ramona lo interrumpió.
-O al menos algo de LSD que tenía en mi sostén, pero por favor ayúdenme.-Dijo Ramona más desesperada aún y con lágrimas en los ojos.
-No, Ramona.-Dijo Evan.
-Peter...-Le tomó el brazo de Peter.
-Lo siento.-Dijo él, quitando las manos de Ramona de su brazo.
Todos se fueron, dejando sola a Ramona en llanto. Si ellos no la sacarían, tendría que hacerlo ella sola. Esperó hasta que el reloj marcara la media noche. Vigiló a que nadie fuera ni viniera por los pasillos, entonces abrió la ventana y salió de la habitación, y pudo ver que estaba en el segundo piso del hospital. La fachada de este le ayudó en su escape, permitiendo que ella se desplazase hasta llegar a un pilar y bajar hasta el primer piso, amortiguando su caída unos arbustos.
Cuando se puso de pie, vigiló que nadie pasara por ahí, y corrió hasta llegar a la reja. Trepó con dificultad, y pudo salir. Era libre.
Comenzó a correr lo más fuerte que podía. Por las calles, las carreteras, los parques. Tanto así, que si eso hubiese sido una parte de alguna película, la canción de fondo sería Runaway, de los Yeah Yeah Yeahs. Ella lloraba, sabía que lo que había hecho no estaba bien, ni pensaba que estaba enferma. De repente comenzó a tiritar. Necesitaba nuevamente alguna dosis, de cualquier cosa, de lo que sea.
Entonces llegó a Penny Lane, y de tanto correr y tiritar y llorar, se arrodilló; se rindió. Y comenzó a llorar, mientras apoyaba su hombro derecho en un muro y se cubría la cara con ambas manos.
-¿Estás bien?-Dijo una voz masculina interrumpiendo el lloriqueo de Ramona.
Ella secó sus lágrimas y volteó para mirar a aquella persona. Lo conocía, sabía de quién se trataba. Ramona se puso de pie, no sabía si correr o quedarse allí para conseguir algo de ayuda. Ella no dijo ni una palabra y se alejaba lentamente.
-No, espera...-Se acercó bruscamente a ella y Ramona se asustó soltando un pequeño sonido-Por favor, no huyas de nuevo.
Ramona comenzó a soltar su cuerpo, hasta llegar al punto de no tener miedo otra vez de aquel hombre.
-¿Estás bien?-Ramona vaciló un poco y luego negó con la cabeza.
-No, no estoy bien, ¿Cómo quieres que esté?-Contestó de mala manera.
-Lo siento.
-¿Puedes ayudarme?
-Claro, con una condición.
-¿Qué?
-¿Vuelve conmigo?
-¿Qué?-Extrañada-¡No!
-¡Por favor!-Le toma los hombros.
-¿Para que hagas lo mismo que la última vez?-Dijo tratando de quitar las manos del chico de sus hombros-¿Cuántas veces más, David?
-¡Ninguna!-Gritó con los ojos bien abiertos y mirando los ojos de Ramona-Todas las demás novias que tuve después que te tuve a ti...-No completó la frase y luego se tocó la frente-¡Nadie se te compara, Ramona!
-¿Y a cuantas no les dijiste eso?
-Sólo a ti.
-David, deja de mentir. Por lo único que me tenías, era por el dinero.-Y rió-¡Acéptalo, y ya!
David tomó a Ramona de la cara y la besó lo más fuerte que pudo. Era como si no la fuera a soltar jamás. Y Ramona, claro, se dejó llevar, se dejó convencer.
-Créeme.-Dijo David luego de separarse de Ramona.
-Te creo, idiota.-Dijo sonriendo y luego besó levemente a David en los labios.
David rodeó con su brazo izquierdo a Ramona y se dirigieron a casa de David.
-¿No tienes algunas prendas que me puedas dar?-Preguntó Ramona a David, mientras se sentaba en un sofá.
-Supongo.-Le toma los brazos a Ramona y la pone de pie-Sígueme.
Fueron a la habitación de David y ambos se sentaron en la cama. David comenzó a buscar en su velador alguna dosis, hasta que la encontró. Acostó a Ramona, tomó su brazo izquierdo le enredó una especie de cuerda y le inyectó heroína. Ramona gritó de dolor, luego de un momento a otro se calmó.
-Oh, cariño, te amo...-Dijo Ramona sonriendo.
Entonces, David tomó otra e hizo el mismo procedimiento. Se puso de pie, tomó un disco de The Velvet Underground, el favorito de ambos, y la habitación comenzó a vibrar.
David se acostó al lado de Ramona, y entonces pasó lo que tenía que pasar. Todo el disco, o sea, "toda la noche".
Al día siguiente, tomaron los bolsos y los discos. Y claro, todos los antiguos instrumentos de trabajo: las pistolas y navajas afiladas, se metieron de entre los bolsillos y pantalones de los dos.
Salieron de la casa y a cualquier supermercado, fueron a asaltar. No importaba cuanta gente hubiera, menos quienes eran. Lo que importaba era el dinero, y las tantas cosas que sólo les quedaban a ellos, y por supuesto, ellos.
Siempre cuando entraban a algún lugar juntos, tendrían que sacar las armas y las balas, no importaba a quién disparar.
Y siempre, la palabra favorita de Ramona en esos momentos era:
-¡Ahora!-Y entonces, ambos disparaban y de un segundo a otro escapaban, luego de encontrar las llaves de algún lujoso auto.
Pero esta vez no se quedaron en Liverpool, sino que huyeron. Escaparon a Blackpool, y un poco antes de acabarse el dinero y la droga, huyeron con más a Newport, luego a Cambridge, y por último a Londres.
Se quedaron allí un tiempo, en casa de viejas amistades. Habían pasado al rededor de tres semanas, y durante esas tres semanas, habían buscado insaciablemente a Ramona en Liverpool. Al igual que a David, claro. Sus caras aparecían por todas partes.